Ilustración: Gema Capdevilla
(Entre paréntesis) y puntos suspensivos…
navegamos los días,
días de lejanías y añoranzas
en los que las puertas nos parecen fronteras peligrosas
y las ventanas remansos contra el encierro
Después de un tiempo se acorta el horizonte
y se ensanchan los espacios internos
destapando sus entrañas
mostrando sus luces y sus sombras
En universos confinados nos resguardamos
y lanzamos anzuelos para no perdernos
Nos sostienen algunas voces, oídos y miradas virtuales
mientras los besos y los abrazos se vuelven un lujo, o una amenaza.
Si vas a salir no olvides tener todas las precauciones:
Hay desabasto de certezas, contrabando de dudas, sobreabundancia de rumores.
La confusión se vende en envases herméticos, el porvenir empacado al vacío y los sueños previamente esterilizados.
El sentido común escasea y el miedo se vuelve la moneda de cambio más cotizada.
En la cercanía o en la distancia obligadas se resignifican los afectos.
Cuestión de vida o muerte: resguardarnos, reducir los contagios.
Ojalá sin perder la perspectiva de lo que es también prioritario para el buen vivir.
¿Cómo cuidar la vida sin sacrificar lo que es vital?
¿Cómo reintegrarnos al mundo de a poco sin tropezar con las minas?
¿Cómo reinventarnos las formas de estar juntos sin seguir alimentando el miedo a la otredad?
¿Cómo salvaguardar la proximidad necesaria de los cuerpos, la radical necesidad de sentirnos piel con piel, de por sí herida tiempo atrás?
Me estacioné en cuatro palabras: “Hay desabasto de certezas”… Me acomodé ahí, porque me pregunté si, aún siendo certeros, la verdad asomaría bandera, pero no vi al monje que estirara el arco, nadie tomó la flecha, no había diana a qué acertarle. Hay un mapa que sólo se puede leer en braille y te prohiben el contacto. El territorio no es de fiar cuando el miedo surge al cerrar los ojos; cuando la sombra que nace de los talones resulta una farsa; y cuando tienes que correr, para coger el sol, por entre narrativas. Con todo, buen tiempo y buena estrella.